Ni la razón ni la intuición pueden captar abalmente el ser de lo que se encuentra: Martin Heidegger
Porque, en oscuros corrales de mentira
y, en guaridas del monte,
mi rival hizo ciudades
y perjuró: ¡a la zorra, candilazo!
yo persisto con mi cabeza ancha
y con mi hocico agudo.
Soy un perro salvaje,
aún dueño de mi olfato.
Los entes manifiestos vienen-ante mis ojos
y yo no los persigo; pero a las aves de corral,
con cluecas mañas de Bezug
e hipócritas ardides, referencialidades,
yo sí las cazo, voy por ellas, las espanto,
las muerdo y que se vayan, digo.
Su humo incomoda mis zorreras.
Habitan cerca de mí
y a su aroma nauseabundo
yo detesto.
Tengo las orejas empinadas: ¡soy todo oídos!
y desnudo me deslizo con sigiloso paso
y me sigue la cola más larga que mis patas.
Largo y abundante, mi pelo y con él,
nazareo, nazco, crezco, muero,
¡pero ya son muchos los zorros desollados!
¿Y qué será? que me duele por instinto.
¡Pues que no soy intuitivo, entre otras cosas!
¡Que con dolor y con angustia aprendo!
Y a la gruta del desfiladero llamo geografía
y serme-anticipado en mi avanzar, astucia,
mi gramática parda, lo aprendido...
Porque, en oscuros corrales de mentiras,
me exigieron que sea yo su buen vecino
y adormecieron la zorra del sí mismo,
mi soluto, yendo a desollarla
a mis espaldas, aprendí a desconfiar
de entes a la mano.
El arte circunspecto del rechazo, a ver
en torno al zabulón de los corrales
y andar por el Umwelt de su Matoco,
he aprendido.
El mundo circundante de estos invasores
del estero es mi peligro: falsos e inconstantes
son como el yagrumo.
Necios quieren mis zorrillos,
mansa, mi hembra, crédulas las niñas de mis ojos.
Van a zorrear mi madriguera con sus corrales,
van a canjear mi astucia por razones
y yo persisto con mi cabeza ancha
y con mi hocico agudo.
12-1-1976
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