martes, 14 de agosto de 2007

Ha muerto tu rey, Marianita



Ha muerto tu rey, Marianita,
niña de mano caliente, quemapueblos.
El que no servió para nada, a no ser
para morir enfermo en La Granja,
dio su tosido final, se lo llevó la brisa
o el Viento del Sur. O una estrella polar.

Fernando VII se quejó por la mucha
pólvora que cae sobre su pecho
cuando tú lo miras desnudo…
y le llamas mi rey, como si fueras
su pequeña infanta, Isabelita.
Lo mismo es que lo llames en Caracas
o desde el alma que te enseñó en Pepino
que eres una historia en el libro del dolor
de Moncho Lira, a él, al rey,
lo quisíste porque eres
sentimental, soñadora, pura, agradecida…
así se quiere al acaecer,
padre putativo del Ser
y la Muerte.

Se murió, Mariana, corre, vé y díle
a Juan Orfila Pons y Doña Nicolasa
que con una mano caliente,
tu mano y tu vela, limpiaste
la memoria de traiciones.
Te díste la catharsis
y por razón del coraje y lo que hicíste,
contento estará tu padre, Mariana.

Tu rey viejo y nefario no supo
conciliarse con nadie, y lo quemaste,
como se quema con aceite
el torso suave, efébico, de Cupido.
El odió a Simón Bolívar,
a Sucre, San Martín, Itúrbide;
odió a Miranda, a Washington,
a enciclopedistas, a Dantón,
a jacobinos, a pobres de La Bastilla…

¡Ah, puta sangre y pragmáticas sanciones!
Odiaba él todo, a todos, no se salvaba nadie
y el odio es muerte que busca derramarse,
vaso de impaciencia al que ya
no cabe una gota más de enojo.

* Murió el 29 de septiembre de 1833.

De Yo soy la muerte / Poesía, Literatura y Filosofía

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