martes, 14 de agosto de 2007

La invención del alma


Me inventé el alma, moneda por moneda,
hasta que de la mar, como cartera vacía
o botín de sales y espumas, no quedó
por fuego ni la mínima llama.

El último pez se tragó el cosmos.
Microcosmos es mi alma, mi núcleo,
un holograma, el espíritu. Entonces,
descansé en paz y Muerte, tú conmigo.

Cerré los tianguis que son olas.
Mis talleres cerré, burbuja por burbaja.
Y me dije: Príncipe del Reposo.

2.


Como mercader de muchos mundos bajo el agua,
sobreviví las cuarentenas y me hallé en el vientre salobre
de la noche u se hjizo el día de escapar, bien vomitado
con el deseo cabrón de hablar al prójimo
y comprar / vender los secretos de la espuma
que sólo se aprenden del Seol, lleno de vida.

Por eso, inmortal / mortal, soy la perla de los años.
Sedimento incrustado en la boca de la Gran Quimera.

3.


Vencí las algas y las sedes minerales
(la demencia que no tuvo palabras y devine,
contínuo, evolutivo, reencarnate, como el varón divino,
conocedor de todos los rituales del oleaje
y las delicias subjetivas del Verbo,
o soy Nabi, Kalu, Mosheh
y, en cuanto tales, te cosecho, boca de trueno.

Defino no espacios meramente lineales.
Voy por lo ilimitado, lo infinito, no sólo sucesivo
y analógico, simétrico. Lastimo el caos,
robo en los mercados de la onda y sé secretos
que grita desde el aire un pez que saltó
hasta el infinito y se trepó en las galaxias
con alas invisibles; él robó el fuego
y derritió los témpanos del alma
y volvimos a fluir y avanzar
sobre las estepas bálticas y eslavas.

Nos detuvimos en los fiordos noruegos
y buscamos los chapuzones interiores
en los mares de Armenia y Anatolia
y se hallaron mis palabras nuevas
más allá del Mar Caspio y los ríos
Dnieper y Volga, donde dí señal
y sílabas de sueños al inventar el Salmo,
el grito de contento, la elegía y la protesta,
la malicia, la consigna, la erótica,
el interior sobreviviente.

Hoy sigo en la tarea. Navegué por la Estigia.
Ví las aguas del remordimiento, ahogué
una porción de recuerdos, pero no mi perpetuar
que oye. Ese lo traigo en el silencio que habla.

De Yo soy la muerte / Zoomblog

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