martes, 14 de agosto de 2007

La reencarnación

All poets are Jews: Marin Tsvetayeva


Fui en la unidad de la cuna montañosa
y las grandes distancias me fueron
separando en noches de siglos.

Fui el primero en escribir la lengua báltica
con carcajadas lituanas y resquicios albanos.
Soy hitita y frigio, proto-indoeropeo.

Río en el Lejano Oriente de Tocaria
y en el valle siberiano, frío cachondo
con dientes de navaja y mudas y cansadas

cuarentenas, a oscuras, entre huesos
más enormes que los míos, me silencio.
Larga historia tenemos los pescadores,
los navegantes, nuebos dueños del pez
y las nerviosas y fugaces musas de los ríos.

Los sepultados en ballenas miramos
la vida del estómago; buscamos las costillas
al cosmos y, claro está, sorbemos
de la pegajosa abundancia de la grasa,
la álbumena y el bíos. Apredimos
a usarla para las vivas tortas
y los dulces casabes.

Y trovamos la gran canción de los puñales,
las leznas, las adargas y la kurda mercadería.
¿Para qué callar la metarulgia si echamos
piel de bronce en Remedello, Gaudo y Rinaldone?
¿Para qué negar la Tumba de la Viuda
y las mulas cargadas de cobre?

2.


Vivir para no conocer es pérdida de tiemo
y el tiempo es oro. No robaré oro desconocido
de manos sin sudor, sin cuarentena.
Hurtaré, desde hoy, tiempo para mi danza,
pulcro tiempo. solitario e íntimo.
para lo más bonito y eficaz del misterio:
el dolor que se transforma en vida,
su duración que es gozo.
Su visión, que es poesía.

De Yo soy la muerte / Meditaciones sobre el hijo de Seth

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