martes, 14 de agosto de 2007

Megillah de la ovación

... the healthy energetic self-regulation depends on a natural, uninhibited orgasm reflex. Chronic muscular tension created blocks of armoring which inhibited the flow of orgone energy through the body much like clotting blocks the flow of blood through arteries... These energetic blocks also created corresponding blocks in emotional development, mutating an individual's naturally flexible character structure into a series of rigid psychological defenses and neuroses: Wilhelm Reich


Madonna es la reina de la esperma. Había sido huérfana del oogonium. Ya no. Ahora es cogelona. Se rodea de phuton y phuton, aunque Hegai la cuida. Es tan hermosa, pese a la fama de bisexual. Hasta los eunucos se la sepultarían sobre un tálamo de algas. Con ella se les antoja la chupazón de begonias sobre la estera.

Cuando se acuesta sobre un reclinatorio de oro discográfico, cada productor la espía. Quisieran tenderla y sacar brillo a sus rosadas hebillas. En fiestas y veladas, han visto cómo baila. Se le observan los calzones. Viste unas faldas cortas y provocativas. A veces se roza con mujeres gratamente. Ella no tiene miedo a los abismos del qué dirán si me ven, cachondísima con unos y con otras.

Ella acetatos con su voz. Es una nymphette atolondrada. Es una comidilla sin comidas. Sale en revistas cuando secreta sus ooscitas. Publicaron que ha escogido muchachos en la calle. Los lleva a su mansión y, sobre el losado de pórfido y de mármol de sus habitaciones, los seduce. Han rociado sus húmedos vergeles ... hombres que son indígenas, negros, pálidos de mejillas, pero feroces vikingos, que la ultrajan sin piedad como bugarrones que equivocan el lugar donde los óvulos guarda. Y eso que Hegai la cuida. La reprende al decirlo: «¡Mujer! ¿Cómo puedes ser tan puta?»

En la estera de Ester, si la Vasti se queda, Madonna va al auxilio, cuchillo en boca, réplica genésica (por aquello de no dejar a los soberanos gonos sin las fluyentes ofitas, sin la ristra de oosporas). Ella es una reina de arquegonias. Una señoritinga que se arquea sin el triunfo del mundo. No deja títere con cabeza que pueda hundirse entre sus muslos. A veces traen hongos para que ella alucine. O un polvo blanco porque narices le sobran. Mas, como afroda en bacanalia, lo que la reposa es el sexo. Mastica los guindolines como chicle. Engulle un buen tallo, como casta cautiva del deseo.

Es una buena mujer, sin embargo. Dona su óbolo para las causas de veintisiete provincias (de la India a Etiopía). Con ella ninguno sufre hambre. Es comprensiva, solidaria. Da besos, abraza a quien le place. Si es cabulera, sabe la razón de su astucia. Se viste por la cabeza porque es mujer; pero bien que andaría desnuda ya que tiene por corazón a una danzadora cibeliana, coribante llena de frenesí.

Indiscutiblemente, sabe asirse de un palo. Tiene juicio al aprovechar la oportunidad, en el arte de sobrevivirse.

Otros traen por los cabellos su vida privada, su originariedad, pero son envidiosos que no aprendieron a bajar la cabeza y por su mediocridad dan alarmas. Gente cuaca y grosera que, distinta a ella, no es artista y no preparan ninguna cosa para la fe como acto de esperanza y libertad. ¡La envidian únicamente desde la Iyyunith, o el mercado, o el robo! Por el contrario, por tal razón, vende discos (de blastos) y dulces de cromosoma. Se entrega ella misma como citomegálico pastel que se comería el mundo, en Persia y media medida de papaya.

«Hay, hay, pero no para todos», dice y añade: «Por desgracia».

No se le puede pedir todo, siempre y a capricho, a una chica que es reina de la esperma que, aunque sea vivípara, no controla el mundo en su totalidad, máxime a los que viven en la Susa del desuso. Es artista, enemiga de la cuaja y la pereza. Necesita tiempo para sí y de quien la mime.

«Dénme al menos su calor en el aplauso», dicen que dijo una revista. «No amarguen el caldo, no lo revuelvan». Niega que tenga una satrapía placentaria, o un burdel escondido en sus verijas. Es simplemente la Reina del Oon, símbolo de placer, contento de otros ojos que han de quererla por bonita y cálida cuando chilla de hedoneé. Es cierto. Siendo judía, convoca celularmente al Purin con la réplica adenoica. Así es Madonna.

Hegai defiende su fama de inocente y su derecho a ovular sus ovaciones. Infame es aquel que cierre su oviducto. Tiene su venia, discreta sí, siendo que la cuida para que con su garganta de algas haga gorgoritos, bese bocas de amigas tornasoles, diablillas del angeon, maromeras del coito, mas que sepa su límite, ya que el Purim no es la suerte a gatas. Es día santo y heroico. No se condene a Madonna en el pulso amarillo de la linfa ni en las rojas notas de un blue descabellado. Es falso que sonsaque, desde el Bronx, a cualquier gallo de la medianoche y lo desplume.

Ella merece el megillah. Nuestra ovación.

Adentro se han rajado los violines y se desgranan las harpas. Vuelos de huevos espían su casa. Los paparazzi toman sus fotos. Ven el árbol. Los troncos. Los juzgan por lo externo y seco del duramen. En rigor, ¿quién la mirará con su entropía, lucidez y valor? ¿En la exuberancia sensorial de su canto y en su intimidad de reina oogónica?

Cuando se le calienta la rajita, se unta mantequilla por los ductos del oráculo y raspa su tortilla. Venga la otra, oh Génesis, oogénesis, oh Kutos, On palos, y que la novena esfera nos coja in confessatio...

Del libro inédito: Leyendas históricas y cuentos coloraos
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