viernes, 10 de agosto de 2007

Baila, hombre triste

Baila, hombre triste,
sobre los pastizales del día postrero,
entre ninfas ovulares de gravitones
y luces que se rinden en la cama.

Hay dioses sin tambores de señales fatuas.
Aprende que, absurdamente como la vida es,
la muerte es la libertad en plenitud.
Esta te hará crear lo que te falta.

Ya no habrá quien te diga que te zanjes
en fijeza de opresión,
en boca seca de discursos.

Tráela aquí cuando te canses
de la tierra ajena e invítala desde hoy
si abiertos están tus ojos en carne de mañana.

No los cierres sobre el tibio lecho.
Que duerna a tu lado
y te haga Dios con magia de su abrazo
y se desdoble como el Verbo
en segunda mitad de tu esperanza.

Come las estrellas
que están en sus besos.

Chupa el musgo de sus senos suaves,
su púbis húmedo como charca de Urano.

Rima en su carne el lodo de creaciones.
Amasa su fortuna, hedoneé,
con manos de ladrón. Seduce su angustia
con tus cinco sentidos,
punta de mazzal...

Si no es su cuerpo tu deleite,
¿habrá sustancia extensa, eros divino?
Hurta para ella el paisaje alternativo.

Absurdamente como la vida es,
ella es la dicha en tí y tú ,
la dicha en ella...

El Zorro y sus carlancas

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