Ninfa de curvas marejadas y ondulantes pechos,
mujer de islas, ojos y labios míos,
como hambriento se te añoran, Eurídice,
apasionada hondura de mi canto,
adorable danzante de mis olas.
Una vez, en luz de ausencia,
voy a mirarte dos veces.
Deja pues que en Luna Llena
la memoria de tu tacto desborde,
con dulzura vibrante.
Tu sensualidad oceánica se escurre.
Mi valor enflaquece si no estás presente.
Pero voy a mirarte otra vez.
Humedécete sobre mi cuerpo,
viaja en mis riesgos,
no en lóbregas selvas.
1-6-1994 / Blogsite 1 / Ensayario /
viernes, 10 de agosto de 2007
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