En toda alma humana hay contrariedad;
un lazo profundo une la enfermedad y el remedio:
Erixímaco, en El Banquete
Usted no tiene excelencia de ladrón.
No sabría ni cómo alimentarse.
Por eso no sabe lo que dicen los demonios
ni los ángeles. Ni recuerda ni comprende.
Ahora se pregunta qué chácharas me embolso,
con qué bagatelas se huye mi costal.
Si me jacto de ladrón, algo he robado.
Cree que lo entiende. Lo dudo.
Pues yo hurto las memorias necesarias
de mi viaje; yo robo, en lo profundo de la Psiquis,
lo más bello, la Philía, intuiciones de amor,
amor como algo que falta, amor de alguien
o de algo, mas amor que puede ser mío.
Siempre hay por miles propietarios
de baratijas, soplones de acusación
y escamoteo, ricos que en el fondo son tan pobres,
¿qué puedo yo contra sus contrariedades,
qué sé si me será provecho que vaya y los robe?
Es decir, soy diestro. Robo honestamente
y con ventaja desde la fragua primitiva y salto verjas
y brinco, con alas propias sobre demonios alados,
engañosos e impuros, a los que ya reconozco,
caídos desde el viaje del Arrojo y del Nidaje.
A ellos, yo no me les acerco.
Muchos son como perros salvajes
armados con colmillos de civismo,
ocultos en simulacros de buena voluntad.
Te dan abrazos, te hablan dulcemente;
condenan a dictadores y parásitos,
pero son chingaqueditos y, en verdad,
no roban lo que yo, in meditatio mortis.
Comprensión del ser, presencia anticipada
de lo más propio y de lo más fecundo.
Libertad. Unidad. Armonía del Todo.
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viernes, 10 de agosto de 2007
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