viernes, 10 de agosto de 2007

Cuando más quiero callar

Cuando más quiero callar,
de los árboles sale la golfa más redonda
con su cuerpo de tronco y sus ramajes
y me place besarla en cada hoja
y descubrir las memorias de su clorofila
y ser un poco sol para reverdecerla
hasta que no pueda más con su hermosura.

Por eso, me enamoro de los árboles
y me brotan palabras de sol y lluvia
y busco las raíces por donde el amor
comienza a ser fruto y destino.

IV.


¡Qué húmeda es la gruta
de esa peña abierta sobre el lecho
y ese ombligo de espesas verdolagas
y las pervincas violetas que le forman orillas!
Es el jardín ir e hundirse
bajo el centro de la cama donde habita
en aras de horizonte;
no por otra cosa que sus ríos.

Me apasiona su perfume de retama
y sus rojas ovas de ciclamen.
¡Hasta el fin de las noches
me gusta el fondo oscuro que me oculta
y vivir entre sus muslos como ola!
¡Qué bellas son las ninfas de los ríos!

V.


Tengo un duende
que es su mansa huella
en las ciénagas del alba
y subterráneo corazón adentro
que ella hace latir, con sólo su sonrisa,
y dos palomas que vuelan de su pecho
cuando yo las rescato de su blusa.

¡No sé ni cómo madrugamos!
¡No sé cuál corazón es mío!

VI.


¡Qué belleza más simple tienen los sátiros!
¡Qué estirpe armonizada con su teleología!
¡Cómo interactuán entre sí,
sin ruidoso lenguaje...
por eso, Pan es pánico al intruso,
al que molesta con pausas de fatiga!

Son pilluelos ónticos, intramoleculares.

Los que conmigo han venido
de cierto no arribaron por milagros
ni por mágicos nóumenos
ni espíritu.
Jamás han gritado por asombro:
¡Paracleto!

No. ¡Nunca!
Es claro que vinieron por las ninfas,
por una mujer hecha costilla,
por la señal biogénica del gozo.

Los vecinos que vieron a los sátiros
se imaginaron la cola del Demonio
e invocaron a San Jorge,
San Pol, Santo Marte
porque tienen la desnudez de ámbar
y se frotan con la eléctrica llovizna
de infatuadas luciérnagas, envidiosos;
quieren que las ninfas
los huelan a distancia; pero...
Ellos no son como yo; no las merecen
aunque hayan llegado
con joyas de sus hurtos, con galas
de una ciudad del mar, desconocida,
o desde el ombligo del centro de la tierra.

Del libro Memorias de la contracultura
http://es.geocities.com/baudelaire1998/contracultura.html

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