¿Qué cifra de verbos la mujer necesita?
¿Qué edad tiene la voz que articulamos?
¿Qué espacio dar al vocablo encendido,
dónde colocar sus grandes verbos?
¿Envejece el adjetivo?
¿Será niño el viejo que renueva sus años?
¿Es, en verdad, odiosa la palabra rencor?
¿Hay divinas palabras para llamar
al cielo, los amores o al infierno?
¿Habrá un adjetivo inocuo para avisar
las penas y la aniquilación?
Lo que no existe aún,
por falta de palabras,
¿quién lo nombra ante el ansia
profunda de los ojos?
2.
¡Cómo fluyes, río cerrado y absoluto,
cómo te haces querer sin condiciones!
Y no tienes apóstrofes ni comas
ni sangre ni hueso ni argumento ni tramas ni letras,
sólo tambores y flautas y aguas
que son todo sucediendo en suspiro
melódicamente sostenido
desde el fondo de la mar
y el silencio.
De Heideggerianas / Brasil / Blogsite
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