viernes, 10 de agosto de 2007

A Erica y Judith

A Erika y Judith Corina,
dos lindas muchachas de Tepic (Nayarit)


¿Qué puedo ya querer de tí en la edad de las tinieblas,
en edad de matricidas, en edad de infanticidio?
En edad de conflictos perpetuos, se fundó
la aparición de tu presencia, ¡ay cuánto lo siento!

Se fundó la irrupción de los salvajes,
hombres-bestias, asesinos
de la boda sagrada, el hierogamos,
las nupcias del cielo y de la tierra.

Antes yo fui aquel varón que no aceptaba
la semilla pudrida del olvido. Te ví en la muerte cíclica.
Te advertí en los renacimientos, en la primavera.
Te observé, embelesado, antropológicamente,
Rama Dorada, y con ojos tan perfectos,
como Frazer que te escarba, te exalta y te bendice.

Te ví en la siembra y el invierno.
Escuché los lamentos en el fondo de la Cueva.
Te concebí descendiendo al mundo de los muertos
y eché la Llama de la Vida en mi llamado.

Tan seguro estuve, Koré, Inna, Perséfone, Erika,
que eras, la Madre y la Hija, diosa de la vida
y las regeneraciones, latencia y expectación
que merece buscarse en lo otoñal
y el invierno de lo pródigo.

Eras mi antorcha, Démeter,
y descendía a los mundos subterráneos
y te hallaba para llenarte con besos.
Quería que andaras conmigo
y me hicieras compañía.

Tomadora del todo, dispensadora,
hoy la muerte no es cíclica. Hoy no existe un templo
que tenga tu nombre y tus vasijas, hoy no hay
muertos durmientes al que llamar «Tu Semilla».

Nadie se regenera. Ninguno se emociona como antes
porque llegas con tus hierbas curativas,
porque vas a las tumbas, a la zona terrible
donde una anciana sabia entierra sus raíces.

¡Ay, quiero evaluar el proceso completo,
hija que se aleja de la madre, hija del exilio
a distintos lugares, fruto del árbol de la Vida!

Y veo la Muerte, vida cósmica que ya no es la mía,
vida animal, emotiva, que ya no es la esperanza
de mis renacimientos, vida con repliegues
que ya han sido asaltados, y no tengo mi ingreso.

… pero. ¡qué linda son, después de todo!
aunque ya no me escuchan. Nadie va por un grano
de cereal a las vasijas de esos templos agrícolas.

No son ya convocatorias fecundas debajo de la tierra.
No son misterio donde la vida se esparce
dentro de las cuevas, ¡oh, diosa madre!
¡Oh, diosa persefónica, demeterina!

Este es el mundo de los muertos durmientes
donde nadie despierta, sino con el puñal que duele
y el ciclo de vida que nadie completa.

Asaltaron tu mundo, Démeter.
Te dieron la rocola y el fonema per se,
vegetaciones de artificio, nuevos brotes de cosechas
sin granadas, que sean útero ctónico.

Te dieron la juventud de los raseros, civilización
de vividores en sus propios rencores matricidas,
en placeres de venganzas, varoniles, masculinas.

2-3-2007 / Del libro Tantralia

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