martes, 14 de agosto de 2007

El ladrón sublime



Hurto la vida al por mayor
y mis clientes me roban, hurtamos
mutuamente compensados.
Les comunico epidémicos modos del habla
para fugarse del cadalso, la cámara ardente,
el Gran Sacrificador, Kasher,
la hoz y el martillo (estalinismo),
la prisión, el fusil, la horca, el garrote
y la Torre de Londres.

Los herederos de Joaquín de Fiore
la historia del mundo la quieren para sí,
el Orden de la Monarquía por voz del Rey
es Edad el Padre y es él quien roba y reparte
y el Hijo, «pico de oro», cree que todo lo merece
y en repúblicas bananeras, anárquicas,
corruptas, plutocráticas, esconde
su avaricia, su tráfico de influencias,
su ausencia de probidad y de justicia.

Todo lo quieren para sí,
hijos descritos por Joaquín de Fiore,
hijos de Rey, al que le llaman Padre,
hijos de la República a la que llaman fraternos
(¡sí!, fraternos hijos de la chingada).

Mis ladrones no se esconden.
No es vergüenza robar el Espíritu.
No es vil tarea admitir mutuamente
y hacer espacio para él, en la carne.

2.


Ser ladrón en negocios su pasión cobra.
Su precio conlleva. Los hipócritas se acercan
para que yo les regale mi espíritu
y les llene sus carteras de poesía.

Entonces, ¿qué hacer si no pasarles
gato por liebre y enviarlos a su cuarentena?
Este germen de Hesychia es contaminante.
La lepra verdadera es este tránsito epidémico
en el vientre de Jonás, en el dolor del profeta.

Pero sólo en este trámite se muere
en el Yo que cesa, te aniquilas
sobre un altar, junto a la divina presencia
atestiguante, originaria y pura.

De Yo soy la muerte / El Zorro

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