martes, 14 de agosto de 2007

La muerte social


Hoy se muere más que ayer,
se muere más que la bestia que no sabe
que muere, pero mira su alma.
Se vive menos para sí. Lo atrapan.
Con menos libertad se siente el hombre,
con más violencia trova sus despedidas.
La muerte es ya social,
síquica, externa, fruta amarga
de la angustia.

El individuo se empeñó en ser honesto
en todo cuanto podía. Se hizo autocrítico
y protegió su compasión como al Tao.

Con lo que no contó es que un demonio oralizado
y poderoso que vivía en la atmósfera del mundo
(en las esferas cool, light, políticamente correctas),
cónsono al civilismo, lo tontearía sin descanso,
cotidianamente, con las mañas aprendidas
de la fruición pasiva, el receptor guandajo
con su control remoto y su caja idiotizante
llena del olor del pop-corn y mantequilla,
juicios de fabulación para la tabula rasa
de los entontecidos.

De Yo soy la muerte / Meditaciones sobre el hijo de Seth

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