viernes, 10 de agosto de 2007

Don Gil de las calzas verdes


And, after all, what is lie?
Tis but the truth in masquerade:
Lord Byron


Don Gil tiene los ojos como a ella le gustan.
Dijo Inés que son grandes, escurcones, astutos.
Y su cuerpo es acusación viviente: la atrae.
Es doncellez provocada, heno encendido.

Los picos del Urbión, dos pezoncillos
disimulados; agrega Inés. Tiene su voluntad
una extraña primacía, trae su secreto afán
y evidente desconsuelo.

Al parecer, se ha vestido de Carrión y Esgueva.
Lo representan otros ojos noveleros en pobreza
pero está ricamente cimentado por sus huesos
a pesar del rostro de ojos tristes y coquetos.

Su geografía de animal humano los conmueve.
¡Es que su mentira tiene onticidad enamorante!

Cuando se viste de verde es como el árbol
del que se quiere fruto. Algo esconde en sus ramas
y en su piel canela clara y en esos muslos
que parecen dos troncos de palmera.

2.


Cuando fluye con palabras a veces se delata.
¿Qué suena en ese río? ... Se sospecha que el Tajo
es como su lago saltarín de voces lícuas
corriendo entre las cuencas.

Entre su serranía, la canoa se le hace aguas.
Va el mentiroso abordo. A menudo Don Gil
se expresa con silencio. Es mollejón, cursi, putico.

Ha llegado a Madrid: la zona de lo opaco.
Inés, que lo enamora, dice que él es límpido
como agua transparente de riachuelo.
Contagia una epitemia a los vecinos.

Don Gil asegura que procura al Don Nadie
que lo engaña y que va a sacarse la espina
del amor venenoso que lo muerde.
¿Quién te hizo daño, amado mío?

3.


No es hombre de veras el que deja calzas verdes
en el piso y, de pronto, se deshace
de sus bragas amarillas y quiere amar,
amar, amar y ser amado.

Está prohibido. A Don Gil, por su silencio,
ya el mentir se le ha vuelto peligroso: ni se cree
su apariencia, su mentira, ni es creído.
No dirá cuántas son cinco al gran canalla.

En la habitación donde Doña Inés se le ofrece,
se arrastra credúla de su hombría, Don Gil
en calzas verdes, saca sus palomas del escote.
Es una mujer que pide: «Créeme, créeme».

Ahora buscó con sus manos la evidencia descriptiva
de lo óntico y Don Gil hizo un desplante de torero.

Fue que irrumpió Martin-Don Nadie
y le echó fieros a Inés, su prometida.

Después, ante ojos asombrados de los otros,
abriéndose el sayal de penitente, dijo:
«Soy mujer. Cualquiera sea quien me ame,
venga al fin y hágalo, que las cuencas del Duero
hoy destilan su miel. Son mis panales femeninos».

«En las peñas del Urbión me late el alma.
Mojada está la barranquera con mi orgasmo,
soy doncelluca. Entre mis vellos de alhuate está
mi gruta. Hoy quiero mi verdad y no la encuentro:
¿Quién será el que me ame?
¿Quién que en mí vea lo verdadero?»

15-9-1979 / Tantralia / poemario completo

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