viernes, 10 de agosto de 2007

La danza de Beatriz

Beatriz siguió danzando.
Esta vez estuvo fuera de los pozos.
¡Tan feliz me sentí que pensé, ¡ay dichoso yo!
mi ser de azogue, encantado en plenitud, tan vivaracho!

Entonces, vino la fiera de la Envidia
para atormentar esa alegría.
Con puñales me cercaron.
Y quise ser un soldado nuevamente.

¡Es que la Cura se manifiesta en el Besorgen!,
me dijo. Los cuidados necesarios
mientan a los otros: Eres, al fin y al cabo,
ser-en, ente con tratos
con lo que son-ahí-también.
¡No estamos solos! Somos lo emergente.

2.


El miedo de perderte fue
la amenaza latente de los otros, Beatriz.
Te imaginaré arrebatada nuevamente.
Ida, tragada en nueve cielos móviles
de Maya, y dije: ¡Te he pedido,
finalmente, para siempre!

Te hundíste en el Empíreo inmóvil
donde ya no se puede codiciarte.

«Esta es la fiera impura; no te engañes.
Que no creas que te amo si te amo.
No me codicies más, házme libre.
Voy a estar en tus voces, no en tus egos.
No vivo en las selvas del capricho.
Vivo en la sustancia de tus necesidades».



6-12-1978 / Del libro Heideggerianas

No hay comentarios: