martes, 14 de agosto de 2007

A Moncho Lira

A Ramón María Torres, pionero del canto poético
en el Pueblo de San Sebastián del Pepino / Puerto Rico


...soltamos la palabra que es relámpago.
Iluminamos el coñazo de la Tierra
y cada trueno es el tambor
del latido universal y poderoso.
Sabemos el pálpito al misterio
y el pulso a las arterias
de cada árbol y bestia
y pájaro y lagarto.

Sabemos el color a toda imagen
y el rostro a toda visión y el aroma
a toda alborada, la humedad a la sangre.

Si nuestra voz se calla, el trayecto
de nuestra mudez es la Muerte,
pero la vida sigue ahí, vuelve
como anillo sideral y silueta
de metáforas latentes,
orbitantes, volátiles,
con prisa de hermosura.

Respiramos una música escondida
que todavía no es canción
en la boca del mundo,
pero que lo será y a veces, lo es...
porque el poeta es shamán entre shamanes
con mitología y en las profundas playas
(donde aún no llegan los peces perdidos)
lanza él la red de la esperanza
y la convocatoria.

Salva el poema ahí-donde...
la muerte nos vigila y el anzuelo homicida
caza a los prosaicos, mata al inocente,
detiene y pesca a los incrédulos.

Hay quienes preservamos
la distancia porque hay algunos
que odian la música
y no saben oír
y no saben amar,
mucho menos, verse
en octavas de atracción
permanente y contínua.

Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
de modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, unidimensionales,
estériles de ojos blancos,
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria
y con una sola voz para decirlo todo.

Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones), pero,
en su lugar, construyen
una clínica epidemia
hecha de ciegas medidas.

Los apasionados sufrimos y gozamos
por causa del sonido y la idea,
la gracia y la ironía,
los tonos y las promesas,
los silencios sin mudez,
el trino y las certidumbres,
el fuego y las lealtades,
las tristezas y las fantasías.

¡Qué ricamente nos llena la ola,
qué interior nos subjetiva en el espacio,
qué lecciones de unidad y convocatoria
nos dan: la Naturaleza, la Muerte,
la espera, el karma,
la gravedad y la entropía,
la dualidad y el orden asimétrico
que guarda como monstruo
la Maya sin miopía!

16-6-1989 / Del libro Yo soy la muerte

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