Te fundaré los ojos
como dos capangos, duros
en apariencia de cristal
porque la luz se olvida
y los ciegos taimados y brutales,
por engaño, la arrebatan.
La encubren.
Haré tus ojos blandos, por igual.
Y una dulzura insertaré en ellos,
bellotas diminutas
con las estrías secretas
por su corteza blanda.
Filtros de luz serán.
A veces, en la disparidad biocular
y por información insuficiente
del fenómeno, será como quieren,
caprichosos, desafiantes.
Si hay miseria visual en la fovea
no será la culpa de tus ojos.
¡Yo los quise así, tentadores!
Como blinda será tu horizonte.
Con fino material
de oxidasa citocrómica
te haré las córneas,
los músculos ciliares y los nervios,
¡y unas pestañas largas,
peludicas, bien soñadas!
Con lluvia de axonas que proceden
de tu corteza estriada,
con conos y bastonzuelos,
haldearán tus gestos de pupilas,
dilatadas en la penumbra,
casi diminutas
y por luz, deslumbradas.
Tus miradas tendrán filos de espadas;
quietos secretos de tumba.
9-2-1979 / Del libro El hombre extendido / El loro Guillé
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