«Señor, ¿quién te puso así?»: Teresa de Avila
ante un crucifijo sangrante de Jesús
Yo no quiero secretos ni charlas inútiles
(¡siquiera penitencia! ¡ay, chiquilla testaruda!)
Me ha bastado que me ames y lo digas.
Dílo, no a todo el mundo y, si lo dices, sin lástima.
Amame porque, de cierto, lo merezco;
dílo a los que preguntan con la misma pasión
tuya, sinceridad desesperada.
Agrega que no hago llamamientos
a la penitencia; no digas a ninguno que te azotas
en mi Nombre; la santidad no necesita
más sangre que la ya derramada.
No digas que es un secreto que te amo.
No conviertas el amor en algo sospechoso.
Tampoco hagas un secreto el que me amas.
Orame en la quietud de tu aposento
y goza la certidumbre de que observas
mi Rostro; soy tu Peniel, tu ángel.
Haz por mi rostro más gozoso el tuyo.
Y desmiente a quien te oye
que sean tus visiones imaginarias.
¿Quién te dijo que Francisco de Salcedo,
es modelo de virtud? ¿Un hombre de confianza?
El invitó al acusador. Culpable es quien,
con sorna, trae la vaca, tanto como el Padre Deza,
que la mata. Ha dicho el doctor que padeces
engaños del demonio, y que no mereces
que Tu Dios te oiga; yo ante mi Padre
te besaré la frente. Y te daré mis amores.
¡Ay, chiquilla testaruda!
Me ha bastado que me ames y tú
me amas. Me apresuras a amarte.
¿Quién, si no yo, te daré vida interior?
¿Qué sabe el Padre Deza, doctor de nada,
qué sabe Francisco de Salcedo
o el jesuíta Alvarez del himno verdadero
Veni Creator Spiritus.
Yo vengo cuando quiero a tí.
Y te hablo siempre, cantes o no cantes;
Yo te doy ángeles; te dí la navecilla de tu alma;
¿el mundo que te ha dado? Alvarez te da
persecuciones; tres años desolantes
de llamarte equivoquista, presuntuosa.
El mundo te da su paludismo, te sella
Con la duda, te juzga farisaica e hipócrita.
«Contigo, Teresita, no remará ninguno».
No subirán a tu pesada barca; sin embargo,
Sigue a la caza de almas por mi nombre.
Voy a flecharte hoy con amor incondicionado.
Voy a herir tu corazón con dulcedumbre.
¿No es lo quieres? Ser una parte
de mis cicatrices, Cazadora cazada.
Tú te unirás conmigo, Amada mía.
13-3-1986
* Según reveló la autopsia en el cadáver
de Santa Teresa de Avila había en su corazón
la cicatriz de una herida larga y profunda.
De El hombre extendido
No hay comentarios:
Publicar un comentario